Vitrinas del metro. Estación Centro Médico. Línea 9.
Siempre frente a una vitrina encontramos nuestra imagen reflejada
Siempre frente a una vitrina encontramos nuestra imagen reflejada

FEBRERO del 2008
Proyecto colectivo que nace de la reflexión acerca de como se vive en la ciudad. Se pensó en ocupar física y conceptualmente la vitrina como uno de los ejes para la producción de la obra. Las siete propuestas abordan temas que son comunes para la mayoría de los usuarios del sistema de transporte colectivo metro, habitantes de una titánica ciudad.
UNA CIUDAD BLANCA O NEGRA. Proyecto que propone construir una ciudad a través del dibujo, la fotografía, y la escritura. La acción pretende hilvanar historias, pensamientos y situaciones. Se le pidió a la gente que recorre diariamente los pasillos del metro coloquen su fotografía y describan cómo se imaginan el entorno de la ciudad blanca o negra. En cierto sentido se busca que interactúen diferentes lenguajes de comunicación, también se quiere mostrar que los diferentes espacios se trastocan constantemente y a diversos planos ¿de conciencia?, ¿de lenguaje?, ¿de qué? Qué puede ser la ciudad blanca o qué puede ser la ciudad negra, un conjunto de matices blancos-negros.





Por medio de actividades lúdicas representadas en sitio y ajenas en virtud del espacio de vitrina, se evidenciaba que tan importante es la desaforada actividad cotidiana y ritual, y cuán importante o necesario es dedicar tiempo al juego como parte de otro ritual de contemplación personal.
VALDRADA. Viajar en el metro es por una parte sorprendente, como viajar en una caja del tiempo, después de permanecer, no se sabe cuanto tiempo en un mismo lugar, en una misma caja, se emerge de las profundidades en otro lugar con otras características, con otra gente, con otros olores. Por otra parte, es inevitable regresar al mismo lugar del cual se parte, después de ejercer nuestro vagabundeo por no se sabe donde, irremediablemente nos encontraremos en la misma dirección pero en sentido contrario; al parecer cada día nos encontramos en un enorme laberinto en el que se disuelve entrada - salida.
Andar en la ciudad es como transitar por donde las distancias temporales se encogen o se alargan. Tan lejos, tan cerca; tan cerca y tan lejos. El sin fin de viajes y lugares conocidos se multiplican en potencias de diez, cada vez se pisa territorio desconocido. Por el contrario sucede también, que como vagabundos dentro de un gran mounstro, acabamos por articularnos a una maquinaria que cada día nos dicta un mismo ritmo, en una misma dirección, en un mismo ‘orden’, con poca voluntad en miras de conocer otra forma de sobrevivir o construir la misma, como otra ciudad, como otra vida, fuera del comenzar de nuevo.
Andar en la ciudad es como transitar por donde las distancias temporales se encogen o se alargan. Tan lejos, tan cerca; tan cerca y tan lejos. El sin fin de viajes y lugares conocidos se multiplican en potencias de diez, cada vez se pisa territorio desconocido. Por el contrario sucede también, que como vagabundos dentro de un gran mounstro, acabamos por articularnos a una maquinaria que cada día nos dicta un mismo ritmo, en una misma dirección, en un mismo ‘orden’, con poca voluntad en miras de conocer otra forma de sobrevivir o construir la misma, como otra ciudad, como otra vida, fuera del comenzar de nuevo.
Dentro de la vitrina recorrí continuamente el circuito por tiempos de dos a cuatro horas, en cada vuelta dejaba una marca, raya. Cada cinco vueltas anotaba la hora de ese momento.


OPRESIÓN. Vivir en la ciudad, caminar, manejar, tomar el camión o el metro, son experiencias cotidianas difíciles, sobre todo en nuestras megalópolis contemporáneas, como la ciudad de México. Bajar a la calle es entrar a la masa enorme de ciudadanos, entrar al anonimato. Para mi, el anonimato es uno de los síntomas mas reveladores de la patología urbana. Cruzamos miles de gentes, todos los días, sin mirarles, sin saber nada de ellos. Nos volvemos un número, una silueta. Por un momento se concentra un número impresionante de gentes hasta tocarse, creandose una promiscuidad y con la apertura de las puertas todo cambia, cada uno sigue su camino, sin casi nunca cruzarse de nuevo. El anonimatoy la indiferencia son fenómenos que sufro mucho, quise materializar los sentimientos contradictorios que siento en el cotidiano en la ciudad de México.

DOLOR CÓSMICO, SEMILLA DE ESPERA







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